Cuando el autobús de la Selección llegó al Palacio de la Moncloa, el momento más emotivo no fueron los gritos de la gente que esperaba a los jugadores. Ni siquiera el recibimiento de Zapatero, que esperó a los futbolistas a pie de calle. Lo más emocionante fue ver Álvaro levantar la copa de campeón del Mundo mientras era coreado por los propios jugadores. Relacionada:
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