“¡Eso, joven ingeniero, no se puede afirmar sin pruebas!”. Momento en el que, me aseguran, el tal Díaz de Villegas pidió permiso para ausentarse, que le fue concedido, y volvió arrastrando una maleta con ruedas y dijo: “Aquí están las pruebas”. Como en una comedia de Molière, todos saltaron y gritaron: “no se le ocurra abrirla. Vaya compromiso. Que se haga cargo una auditoría interna”.
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