"He salvado una vida y he creado otra, ¿qué más quieren, qué más se me puede pedir?". A Esther González, de 30 años, los médicos no le dieron más opciones cuando falló la búsqueda de una médula ósea que pudiera tratar la grave leucemia de Erine, su hija. Ahora, en el salón de la casa, la pequeña juega con su hermana Izel, que le ha salvado la vida gracias a las células de su cordón umbilical. "Deberían informarse bien, estamos hablando de pre-embriones, ¿cómo se pueden comparar con niños?
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