La familia Novaes-Minchola, de Barcelona, se ha pegado un buen madrugón para disfrutar de un día de playa en la Costa Brava. Salieron de noche, a las 5.15 h y llegaron a Aiguablava, en Begur, a las 6.30, cuando todavía no había amanecido. Y una vez allí, tocó esperar hasta que a las 9 una controladora de la Cruz Roja abría el acceso a la playa. Uno de sus nietos, con ojos de sueño, confiesa no haber dormido casi nada. Una situación surrealista que otras familias repiten igual y porque pese al COVID, quieren ir a esa playa y no a otra.
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