Si la izquierda quiere el futuro tiene que volver a asociarse con la proyección estimulante de las fuerzas sociales hacia una vida más rica, multifacética e interesante. A partir del siglo XVIII, con la Revolución Francesa y el ascenso de la burguesía, se produjo un cambio brusco en la forma en que se experimentaba el presente y, sobre todo, el futuro. Hasta entonces, las sociedades proyectaban su vida social en una continuación perpetua o según un patrón de cambio estacional o cíclico.
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