¿Hay alguien ahí? La antigua pregunta fruto del desasosiego humano ante el silencio sobrecogedor de los espacios siderales ya ha sido objeto de numerosas burlas populares, una de ellas el chiste del tipo que, agarrado a un arbusto del acantilado, pregunta si hay alguien ahí que pueda echarle una mano; entonces se escucha una voz que dice ser la de Dios y el desesperado replica, respetuoso pero escéptico, si aparte de Dios no habría por ahí alguien más. La actualidad nacional nos depara nuestra propia versión del gran interrogante metafísico.
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