Hemos permitido que los alimentos se transformen de algo que alimenta a la gente y les proporciona un seguro de vida en una mercancía para la especulación y la negociación. La lógica perversa de este sistema ha llegado a un punto crítico. Y hoy asistimos atónitos a la prevalencia de los beneficios de los inversores ante las necesidades alimentarias de las personas
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