Aunque han transcurrido casi dos años desde el inicio de la pandemia, el ambiente social, mediático y político no permite vislumbrar su final. Mientras los fallecimientos descendieron hasta niveles comparables a enfermedades similares, la tremenda obsesión por los casos positivos imposibilita el regreso a la normalidad. Y dificulta la comprensión de algo evidente: si las restricciones fueran tan eficaces como afirman los gobiernos, no sería necesario aplicarlas una y otra vez. Finalizada la emergencia sanitaria, la dinámica creada ha desemboca
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