Con dos infartos cerebrales, la barba mal afeitada y hecho un manojo de nervios, nadie diría que el paciente Basilio José Mazor, a la espera de la muerte en el municipio de Artemisa, es el mismo joven argentino que, el 4 de julio de 1973, secuestró un Boeing 737 y forzó su aterrizaje en La Habana. Ahora, tras pasar toda la vida en el país cuyo régimen veneró, la imposibilidad de una vejez decente ha motivado que su hijo reclame el retorno de Mazor a su país natal
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