El buen comentarista sabe reírse de los estereotipos y de las guías como éstas. Pero, tampoco, es tonto. ¡No se crea! El límite que divide el amor incondicional de todo buen comentarista hacia su blog favorito es muy delgado, al punto de que en cada uno de ellos puede despertarse algún día un Señor Troll, cuando su blogger favorito lo haga enojar y/o lo decepcione.
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