Alrededor de cincuenta tuk tuk operan en Madrid sin licencia y al margen de la regulación. Es martes, son las ocho de la tarde y un taxista pita con insistencia al par de vehículos que le impiden el paso. Están aparcados en una callejuela semipeatonal —peatonal según las señales pero con tráfico de coches en la práctica— y extremadamente concurrida: la que rodea al Mercado de San Miguel, uno de los puntos más turísticos de Madrid. Aparecen sus conductores, los arrancan y dan la vuelta al edificio.
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