Una investigación académica detecta que la extendida adhesión afectiva no nacionalista a España queda eclipsada por el predominio de los discursos identitarios. “¿España? ¡Puf…! ¡Qué pregunta más graciosa! A mí España no me gusta. O sea, a mí me gusta la gente de España”. La respuesta, que sintetiza ese afecto por la patria sin suplemento trascendental que abunda entre los españoles desconfiados del nacionalismo, está incluida entre bastantes más del mismo tenor en el artículo Patriotas sociales.
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