Acusatorio, cargado de indignación, fue el tono que Gonzalo Arango mantuvo en su diálogo con la capital antioqueña a través de su texto Medellín, a solas contigo: “Yacíamos de cara al sol de la tarde mi amiga y yo, modestamente abrazados leyendo un libro de poemas. Nos apuntas con un revólver asesino porque según tu moral eso era pecado, o sea, estar allí solos y benditos de cara al cielo azul. Te empeñabas en que éramos dos delincuentes por estar allí “profanando” la estatua de yeso de nuestro querido Señor Jesucristo."
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