La desinformación es un problema para la democracia, es una herramienta para influir con mentiras y polarizar a la ciudadanía. Para parar la desinformación, para ser efectivos contra ella, para luchar por detenerla y minimizar sus efectos se tiene que convertir en una cuestión de Estado, no en una estrategia del Gobierno de turno ni en una lucha de partidos. Este es un problema multifacético que requiere una respuesta multidisciplinar de un organismo independiente que no esté controlado por el Gobierno.
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