El Gobierno mira la crisis del PP como un espectador estupefacto que ve cómo el principal partido de la oposición se hace un harakiri en público y le deja un espacio enorme en el centro. Mientras el Ejecutivo prepara el Consejo de Ministros que el martes subirá el salario mínimo a 1.000 euros, por ejemplo, y Sánchez ha cerrado la semana en Bruselas entre los principales líderes europeos con una agenda internacional pendiente de Ucrania, los populares se desangran en una guerra interna tirándose a la cara casos de corrupción.
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