Esta anécdota pone de manifiesto el fallo (probablemente intencionado) de comunicación de la democracia española, que gasta cantidades ingentes de dinero público en las campañas de los grandes partidos, mientras ningunea al resto. Las campañas son un reflejo de nuestra injusta ley electoral; de la vida, incluso, si queremos ponernos trascendentes: se beneficia siempre al que menos lo necesita. (...) Por otro lado, lo que os he contado nos revela una tara constante de la izquierda, que pierde potenciales votantes en cada elección.
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