Trabajan en las sombras, no aparecen en los periódicos, no están en la foto de la entrega de premios, sus nombres no se conocen: venden su pluma e imaginación para que otros se lleven la gloria. Muchos de ellos, ya sea por vergüenza, porque temen perder clientes o porque están sujetos a pactos de confidencialidad, se esfuerzan por mantener el anonimato. En el mundo anglosajón y en Latinoamérica se los conoce por el anglicismo de ghostwriters, o escritores fantasma, mientras que en Francia, Italia y España, se los llama negros.
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