Hay personas que se ponen a hablar contigo y no detectan, ni por asomo, que quieres zanjar la conversación e irte a casa, que no estás cómodo, que no te apetece estar ahí. Aunque pongas la cara de úlcera gástrica más exagerada que sabes fingir, aunque avises explícitamente de que te tienes que marchar, aunque hagas ademán de marcharte… ellos siguen hablando. Hay personas que, sencillamente, son más refractarias a captar las sutilezas del universo emocional ajeno. Una clase de ceguera o miopía que, de paso, es uno de los indicadores diagnósticos
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