La fonética demuestra que Alberto Ruiz Gallardón es hipócrita. Gallardón impide que aflore su verdadero yo. Como buen perfeccionista cierra la boca después de cada enunciado, como si dijera a mí no me vais a ver el plumero. Una entonación tan poco natural proyecta frialdad y una nula implicación del hablante con el mensaje: la ley, los oyentes y la mujer le importan muy poco.
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