A Eduardo Barreiros la automoción le iba en la sangre. Con apenas 12 años trabajaba ya en el taller de la pequeña compañía de buses que su familia había constituido en Ourense poco antes, en 1929, y se cuenta que con el tiempo llegó a desarrollar tal pericia que podía montar un camión con piezas de desguace. Su otra gran herencia era la empresarial, una faceta que su padre ya había desplegado como emigrante en Canarias, donde creó una fábrica de cedazos.
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