Gregory Austin McConnell, diez años atrás trabajaba en la sección de soporte técnico telefónico para una compañía de alto perfil. En una de sus tantas comunicaciones, todo parecía listo para cerrar la venta de una impresora, y al explorar la lista de modelos disponibles McConnell notó que cada producto tenía dos precios, uno que indicaba el valor final de venta, y otro de manufactura. Cuando llegó a la sección de tintas, descubrió el horror: El paquete de cartuchos se vendía a 60 dólares, pero su costo de fabricación era de apenas 23 centavos.
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