"Las orejeras ideológicas funcionaron durante décadas. La prensa, las ONG, la Academia desarrollaron un sistema de intimidación que desactivó todos los anticuerpos de una sociedad bajo ataque. La censura y su hermana más terrible, la autocensura, condenaban a quien diera la alerta al ostracismo y a vivir con el cartel de “racista” atado al cuello." afirma el autor del artículo.
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