No hay Zippos en casi ningún sitio de la ciudad. Entonces recordamos el consejo del experto estanquero de la mañana, que nos sugería acudir a una galería comercial como alternativa a Internet. Llegamos allí. El estanco es amplio y luminoso. Bajo la atenta mirada de un aburrido vigilante de seguridad, entramos. Nada más preguntar, nos señala un expositor que habíamos pasado por alto al cruzar la puerta. Nos damos de bruces con el caracerístico logo de la compañía de Bradford. ¡Por fin! Pero la dependienta extingue nuestra euforia enseguida:
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