Hay una condena política a la cadena perpetua del exilio. Hubo un portavoz parlamentario que incluso le reprochó una corrupción tremenda: “viene a comer bien”, con léxico de la España de posguerra. Confieso cierta emoción al tenerlo en mi tierra de la que salió como los viejos exiliados y emigrantes. Como he visto lo que hizo, me da pena tener que haber escrito que no hay perdón para él, que algunos políticos lo traten como un apestado y creo que la Corona no estará bien mientras no resuelva este cisma.
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