Las cárceles de todo el mundo tienen un porcentaje más elevado de feos que de bellos. Las personas solemos acusar con mayor severidad al feo, y justificamos normalmente al bello. En la cárcel neoyorquina de Rikers Island, los presos que presentaban deformaciones, citratrices, asimetrías profundas y demás fueron embellecidos antes de ser puestos en libertad. El pronóstico de los presos operados fue mucho más halagüeño que el de quienes no se sometieron al quirófano.
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