Tiene este país una asignatura pendiente con su empresariado. No estamos hablando de esos directivos de grandes compañías que se arrogan sin pudicia tal condición, pese a que buena parte de los ingresos de sus empresas los determina el BOE. Tampoco de los efervescentes emprendedores tecnológicos que solo piensan en dar el pase a sus sociedades en cuanto se presente la ocasión, abducidos como están por la cultura del pelotazo.
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