Dejar que el nudo del enfado nos quite el aire y nos ahogue hará que tarde o temprano aparezca el pinchazo de la ira, y con ella ese huracán que pone en nuestra boca palabras y actos que más tarde lamentaremos. La gestión de las emociones, tales como el enfado, la ira o la rabia, son nuestra cuenta pendiente, nuestro talón de Aquiles. De hecho, no falta quien camina a día de hoy con su traje de adulto y su cabeza alta, mientras en su interior esconde la madurez emocional de un niño de 4 años.
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