En España se perfora la tierra sin control para extraer agua. Los pozos ilegales se adueñan del campo. La opacidad de la Administración contribuye al caos porque no publica datos oficiales desde 2006, cuando el Gobierno reconoció la existencia de 510.000 excavaciones irregulares. En 2017, el Ministerio de Medio Ambiente admitió que la cifra de esas construcciones ilegales podía ascender a más de un millón, como señala Greenpeace.
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