El ejemplo visual que utilizaron los miembros de esta empresa de experiencias para explicar qué podría pasar fue coger una lata de refresco y proceder a aplastarla con un mazo. Así, dejaban claro a los futuros pasajeros cómo afectaría al sumergible una explosión. El mortal final ha convertido esta en la última misión en la historia comercial de OceanGate, que ya ha anunciado que suspende sus operaciones y esta por ver si su propia existencia como empresa. No habrá, por tanto, más expediciones en submarino ni al Titanic
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