Para llevar a cabo el
estudio, el equipo de investigadores monitoreó a los gatos de un refugio durante 18 semanas después de ser adoptados por familias con al menos un niño con autismo. "El cortisol es una medida de estrés que rastreamos mediante la recolección de muestras de las heces de los gatos, y notamos una disminución significativa en el cortisol con el tiempo", afirma Carlisle.