Llamarlo dictadura es una exageración que trivializa el fascismo y oculta el verdadero problema: que vivimos en un régimen fallido ante el que la mayoría no se rebela porque la simulación de democracia es un éxito. Los controles sólo funcionan para la masa, nunca para el poder. La oposición legitima a un ejecutivo corrupto y juntos sirven a las élites en contra del interés general. De la monarquía a la banca, el orden establecido es intocable e impositivo. Tenemos además un gobierno autoritario y antidemócrata que se niega a juzgar..
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