Desde hace bastantes años la industria de la música ha encontrado la fórmula del éxito: cuantas más veces escuches una canción más probable es que te acabe gustando, y eso a pesar de que al principio te parezca el horror. De hecho, más de una vez te habrás sorprendido a ti mismo tarareando el último gran éxito de un cantante al que ni siquiera soportas. Pero, ¿cuál es el mecanismo por el que nuestro cerebro se vuelve cautivo de esta estrategia?
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