Para Stalin, la producción de almas fue mucho más importante que la producción de tanques. "Nuestros tanques son inútiles cuando quienes los conducen son almas de barro", arenga a 40 escritores rusos el dictador durante un encuentro en la suntuosa mansión de Gorki, en 1932. Once de ellos no sobrevivirían a las depuraciones. Había que alimentar las almas de la revolución con letras hinchadas de épica y orgullo, había que olvidarse de la libertad creativa. Era el momento de la propaganda.
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