Desde tiempos inmemoriales, los puentes han sido símbolos de conexión y progreso. En el apogeo del Imperio romano, estos facilitaron la expansión territorial y nos han llegado como monumentos de la ingeniería y la arquitectura avanzada de la época. Entre estos, el Puente Fabricio destaca como una joya de la antigüedad: construido en el año 62 a.C., es el más antiguo de Roma que se conserva en su forma original y sigue en uso hasta hoy.
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