La contaminación lumínica generada por la iluminación artificial es una de las principales preocupaciones para las organizaciones de salud y conservación del medio ambiente, ya que afecta negativamente a la biodiversidad, al clima y al ritmo circadiano de las personas. Para mitigar este impacto, algunas ciudades –sobre todo de países nórdicos como Suecia y Dinamarca– han optado por reemplazar las bombillas tradicionales por luces rojas de bajo consumo. La luz roja, con su longitud de onda más larga y menor energía, produce menos deslumbramiento
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