Antes de que la crisis estallara, en los bancos todo eran sonrisas, regalos de vajillas y altos intereses. Sin embargo, llegaron las vacas flacas y todo el buen rollo de las sucursales bancarias se acabó de golpe. Ya no hay más baterías de cocina y los únicos intereses altos son los de los préstamos. Por si fuera poco, a los clientes les llegó la hora de pagar absurdas comisiones para que los directivos pudieran seguir cobrando cantidades vergonzosas de dinero. Rel:
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