Bin Laden creía que era necesario primero derrotar al enemigo lejano, Occidente, antes de concentrarse en el enemigo cercano, los regímenes "infieles" árabes, para sólo entonces poder proclamar un "califato". En cambio, los varios líderes de la EI defendían la secuencia inversa: primero había que enfrentarse a los Estados de la región, sobre todo los más vulnerables y sectarios, como Siria e Irak, hacerse con el control de una franja de territorio y declarar un "califato".
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