La Expo no va de agua. Es un acontecimiento de segunda, con nula repercusión internacional. Y lo primero que percibe el ciudadano es la subida del precio de la vivienda y de los servicios, además del incremento de la conflictividad laboral en diversos sectores, como el transporte. Entonces, ¿a quién beneficia la Expo? Hay que ir más allá de lo que nos cuentan y prestar atención al entramado de empresas patrocinadoras.
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