España sangra en el momento en el que una persona, tenga el cargo que sea, utiliza las lenguas de nuestro país como arma política. Nuestras lenguas corroboran que España es diversa y tendríamos que sentir un profundo orgullo por ello. Nuestra Constitución también sangra en el momento en que una persona llama “lenguas locales” a nuestras lenguas cooficiales
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