Alumbrar las calles y carreteras cuesta anualmente a los ciudadanos 450 millones €, una cifra que podría reducirse a la mitad, o incluso más, con una planificación adecuada. Con ella se evitarían además la contaminación lumínica. Conseguir farolas que reduzcan el consumo energético y que logren una menor contaminación lumínica y ambiental puede resultar caro al principio, aunque sea una inversión amortizada para el futuro. La instalación ideal sería la que envíe al suelo el 100% de la luz, sin emitir nada hacia arriba....
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