Me indignó comprobar cómo en estas incorporaciones se habían saltado “a la torera” el principio constitucional de igualdad, ya que evidentemente estos nuevos compañeros tenían “padrinos” que les habían ayudado a entrar. Yo estaba sorprendido, no porque pensara que el enchufismo y el nepotismo ya no existieran, sino porque no podía imaginar que fuera tan flagrante y numeroso.
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