Toda una generación ha trabajado (y trabaja) a destajo para que sus hijos pudiesen estudiar y acceder a un puesto de trabajo menos precario y desconsiderado que el suyo. “El hijo del obrero a la universidad”, gritaban. Los jóvenes han respondido al sacrificio de sus padres con esfuerzo académico y resultados, pero, si bien el saber no ocupa lugar, en España da muchas menos garantías que en el resto del continente. El país ostenta el cuestionable honor de ser el que más trabajadores con empleos inferiores a su cualificación acoge de toda la Unió
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