El viaje al centro de Rivera, cuando lo emprenda, va a necesitar mucho queroseno. Protagonista del debate transitando entre la efectividad y la vergüenza ajena, especialmente en su discurso final. Iglesias se pasó una hora y media pidiendo a la gente que bajase el tono porque no le dejaban leer la Constitución tranquilo. Sánchez, el hombre sin cintura, perdió su minuto de oro con el guion aprendido en lugar de responder a los silencios a los que apeló Rivera segundos antes. Casado, sus números son de verdad porque ya no pertenecen a este mundo.
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