"Decidí demostrarle a Medina, sin decírselo, que yo era menos mal escritor de lo que le parecía. Resolví seducirlo con palabras, asumiendo la falsa identidad de una mujer. Y empecé a escribirle correos muy melosos, a nombre de una hipotética joven escritora que vivía en Canadá. Nuestra correspondencia fue subiendo de tono, y cuando Medina me declaró que estaba perdidamente enamorado de mí, le di la mala noticia de que estaba embarazada de otro, y dejé de escribirle. Durante meses me envió dolidos reclamos por mi ingratitud y olvido (...)"
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