En aquella pequeña joya que fue En busca del fuego hay una secuencia en la que uno de los protagonistas, subido a un árbol, deja caer una piedra sobre la cabeza de su compañero de aventuras. Cuando le ven la cabeza empapada en sangre todos empiezan a reír con ganas y, lo mejor, es que los espectadores también lo hacemos junto a ellos. Hay cosas que nunca cambian. Según su crudeza la violencia nos puede divertir u horrorizar, pero en este último caso dejamos un hueco entre los dedos al taparnos los ojos, que una cosa es mostrar nuestro rechazo..
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