La política española está instalada en algunas contradicciones que sus dirigentes son incapaces de superar. La primera de ellas es la incapacidad absoluta para reconocer un error, pedir disculpas y proponer un remedio. En el pensamiento de la generalidad de nuestros políticos están instaladas dos concepciones erróneas: que los ciudadanos no son capaces de recocer los aciertos de los errores, el tino de la equivocación. Y que los políticos creen que reconocer una equivocación descalifica a quien lo hace.
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