El empleado denunció que su jefe espió sus comunicaciones, violando el derecho a la vida privada y a la correspondencia, protegidas por el artículo 8 de la Convención Europea de Derechos Humanos. Ahora, el alto tribunal da la razón a Barbulescu porque considera que no estaba avisado de que el uso era solo para fines empresariales, pero avala que la empresa controle el uso si lo ha advertido previamente.
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