12 de junio de 2007.- En el universo de Asimov, los humanos estamos a salvo de los robots gracias a la primera ley de la robótica, una orden programada en los cerebros positrónicos de los autómatas que impide que hagan daño a un humano. En el mundo real, sin embargo, no hay cerebros positrónicos ni leyes que valgan. Un robot es una máquina sin conciencia, como demuestra el trágico suceso ocurrido a finales del pasado mes de mayo cuando el robot cortacésped Spider ILD 01 acabó con la vida de un jardinero municipal danés.
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