La idea de que el fascismo es un asunto de ignorantes y pesimistas tiene su predicamento. Se dice de Trump y sus votantes, de Bolsonaro y sus huestes, de Le Pen, Salvini, Wilders y esas decenas de millones de europeos desencantados con la globalización neoliberal y ese estado de bienestar que incluye a trabajadores recién llegados más pobres y baratos, en general. A esa gente, sus bolsillos y sus miedos, se dirige la neoderecha patriota. Pero no es estúpida, tiene tiempo y sede. El proyecto se llama The movement, y se coordina desde Bruselas.
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