Lo malo de Aznar no es que sea intelectualmente breve, moralmente tornasolado, políticamente oscuro y psicológicamente embrollado; lo malo es que es un plasta. Lleva siete años diciendo lo mismo pero por algún extraño mecanismo de compensación a él debe de parecerle que nunca se repite y siempre innova. No hay otra explicación. Sin embargo sería perfectamente posible poner un magnetófono en su lugar en sus apariciones públicas.
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